martes

MOGOTE DE LOS SUICIDAS - Sur Clásica (6b/Ae)



LA PEDRIZA - PARQUE NACIONAL SIERRA DE GUADARRAMA


Mogote: montículo aislado, de forma cónica y rematado en punta roma. 
Suicidio: acto por el que una persona de forma deliberada se provoca la muerte.
Comenzamos con la definición de estas dos palabras, implícitas en el nombre del risco que hoy nos concierne: el Mogote de los Suicidas o Cancho Rasgao, otro capricho de la geoformología; capaz de hacernos parar ante su presencia cuando pasamos por la Pradera de Navajuelos, donde se sitúa estratégicamente, a medio camino entre la Pared de Santillana y El Torro. Es uno de los riscos más raros e inaccesibles de la Pedriza.
La extravagante definición de este risco debe su origen a la siguiente anécdota. Intentando la primera escalada al risco por parte de Baldomero Sol y J.L. Agostí (herido en una pierna), Julita Zabala, en la base del mogote, esperó pacientemente hasta las cinco de la madrugada a que descendieran de él. Ya amaneciendo y tras una larga noche, se dirigió a los citados escaladores, exhortándolos a desistir de un nuevo intento: "confío en que no volváis más a este risco", les recriminó ella. Lejos de toda lógica, la contestación que ellos dieron fue la de regresar el próximo domingo, entonces Julita Zabala replicó bastante enojada: "¡hijos, sois unos suicidas, es el risco de los suicidas!".



Acceso
Desde Madrid por la M-607 dirección Colmenar Viejo, para proseguir por la M-609 dirección Soto del Real y tomar más adelante la M-608 hasta el pueblo de Manzanares el Real. Nada más pasarlo a la derecha un cartel indicativo señala La Pedriza. Es importante señalar que el control de acceso (barrera) a la carretera de 7 kilómetros que lleva al aparcamiento de Canto Cochino se encuentra limitado por horarios que varían de verano a invierno.

Aproximación (2 horas)
Partiendo del parking de Canto Cochino tomaremos el camino que lleva al refugio Giner de los Ríos, continuaremos al noreste hacia el Tolmo, para posteriormente elevarnos por el margen derecho del Arroyo de la Dehesilla, desembocando en el collado homónimo. Desde aquí habrá que seguir las señales del PR, rodeando el risco de Mataelvicial por su cara NE, alcanzando más arriba el jardín pétreo donde se ubica el monolito de El Torro. Seguiremos el PR a través de una zona laberíntica, estando atentos para desviarnos al norte, dando con la pradera de Navajuelos, donde aparece la extraña figura del Mogote de los Suicidas. Aproximación dura y fatigosa.

Material
Cuerda simple, 10 cintas exprés, cintas largas y estribos.

Descenso
Rápel de 30 metros totalmente volado hasta el suelo.

Nota Utópika
Cuando realizamos la vía, el tramo de artificial del segundo largo se hacia colgando sobre prehistóricos buriles a punto de desintegrarse, lo cual daba un extra de absurdo a la situación, impuesta por el ancestral material de otra época. En la actualidad unos flamantes parabolts vienen a sustituir la precariedad ferrea de antes, ganando en seguridad dicho trecho hasta la cima. 


Con los megabytes cargaos a tope dentro de nuestro núcleo duro, tras pasar un tiempo desconectados de la base de datos y de las redes de la inoperancia, el dislocado Komando Utópiko regresa al febril mundo pétreo pedricero, comprobando así que Newton estaba en lo cierto cuando desarrollo su ley de la gravitación universal, estableciendo que un cuerpo en caída libre sufre una aceleración constante, acción que se da con cierta frecuencia en nuestro caso. ¡Welcome to the Reality!. 


MOGOTE DE LOS SUICIDAS - Sur Clásica (6b/Ae).

Largo 1.  (6b/A0) 6a obligado
Empezamos la tarea encaramándonos a un bloque que da paso a la típica placa de adherencia pedricera; hostil desde el principio, superamos ésta. Alcanzando una fisura ciega, txapamos un triste y oxidado clavo que allí se encuentra, salimos indefensos hacia la izquierda, poniendo pie en la "adorable" placa (6b) que nos obliga a utilizar la abstracción cercana a la levitación transcendental para superarla. Casi sin respirar salimos de semejante embrollo, asiéndonos al mundo terrenal gracias a las fantásticas "setas" que facilitan nuestra labor en este terreno vertical. Nos queda resolver un movimiento plaquero cotado de 6a, antes de situarnos en superficie amigable, donde el grado disminuye, llevándonos en travesía ascendente a la derecha hasta la primera reunión.


Largo 2.  (IV+/Ae)
Seguimos la faena ascendiendo hacia la izquierda desde la R1, un katxarro de talla media viene dabuten a la hora de proteger este paso. Se llega al amplio hombro, bajo el mogote cimero, desempolvamos los estribos y con más fe que un musulmán de peregrinación en la Meca, cargamos todo nuestro peso, uno a uno sobre los cinco buriles; rancios y roñosos como el Tío Gilito, el avaro familiar del Pato Donald. Acometemos tal desafío con la vetusta técnica aprendida de los mayores del lugar, consistente en estrangular la cabeza del buril con el cable de un fisurero de tamaño pequeño. Para ello hay que deslizar la pieza que se empotra a través del cable hasta hacer tope, estrangulando la cabeza del ancestral tornillo de turno, ajustándolo lo máximo posible. El siguiente paso es meter una cinta exprés en el extremo opuesto del cable, mosquetonear la cuerda, colgar el estribo, rezar (si se es creyente), blasfemar (si eres de mi gremio) y probar suerte. Este laborioso método puede ser sustituido - mostrándose más rápido - llevando txapas recuperables o varios cordinos finos a la hora de estrangular el buril de marras (recordar que estos buriles fueron reemplazados por parabolts).
Unos pasos en "free climbing" sobre la placa final hacen que conquistemos la gloria, alcanzando la cima en una gesta alpina sin precedentes en individuos insensatos de nuestra calaña. ¿Qué dichoso mecanismo nos lleva a realizar semejantes gilipolleces?. Seguramente que tenga más de una respuesta a la anterior pregunta, pero ninguna de ellas se acerca a lo racional. Dejémoslo ahí.


Rápel 30 metros.
En la cima encontramos una antigua y contundente clavija de hierro insertada a golpes en un orificio efectuado en la roca, alrededor de ella se pasaba la cuerda, y asi de esa manera tan simpática y agradable bajaban de aquí hace ya algunas primaveras los gurús de la escalada pedricera que nos enseñaron el camino a recorrer, ¡con dos cojones!. Nosotros, los de ahora, nos mostramos más pijos y exquisitos, y de aquí todo quisqui baja utilizando las dos argollas modernas instaladas para el noble arte de rapelar. Nos separan del suelo 30 metros de acojonante y aéreo rápel, que sirven de colofón final a esta bonita escalada a uno de los riscos más interesantes de la Pedriza.


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